LA AVIONETA
Hola. La culpa la han tenido los blogueros. Vivía tan tranquilo, metido en los blogs ajenos, cuando veo uno de Pedro Carcedo, ilustre burgalés ni de pro ni de contra, como lo fue Maese Calvo, sino simplemente burgalés. Y recordé aquella anécdota de los años ochenta (atentos blog80) que recorrió Burgos de norte a sur y de este a oeste. Se trataba de una avioneta, no una avioneta cualquiera, no, sino una de la primera guerra mundial, de las que pilotaban el Barón Rojo y compañía, esas que se perseguían unas a otras para soltar unos cuantos tiros de ametralladora que nunca daban en el blanco, pero que asustaban a la infancia.
Bueno, pues había una en Villafría, y era de Pedro y otros socios cuyo nombre me callo. Y volaban todos en la avioneta por encima de Burgos, dando vueltas al castillo y a la catedral, a velocidad tranquila, despegando y aterrizando en la pista de hierba del aeródromo, donde no había ni servicio de incendios ni ambulancia ni la madre que lo fundó, pero donde sí había montones de seteros que eran peligrosos porque podían dar con la cabeza en la avioneta y hacerla capotar.
Era una avioneta de paseo, y Pedro y compañía montaban a los amiguetes para darles una vuelta por Burgos, para ver el castillo y la catedral desde las alturas. Cuenta el dicho que un día invitaron al obispo a montarse pero que rehusó argumentando que la catedral ya la conocía. Otro día, por lo visto, invitaron al capitán general pero éste, un poco enfadado, dijo que no podía utilizar esas antiguallas cuando tenía hermosos Phantom a su disposición (lo que pasa es que estaba cagado de miedo).
Y un día se invitó a la Moña, para sacarla un poco de la barra del Garilleti y que la diese el aire, y la Moña subió, valiente élla, y al bajar, sin marearse ni nada, dijo al piloto (Pedro) que había pasado frío, por lo que hubo que poner calefacción a la avioneta. Y siendo los tiempo difíciles y las economías estrechas, pues se instaló en la avioneta un gasógeno de los antiguos, de los años 40. Y sí que daba calor, pero como funcionaba con leña pues también despedía humo, con lo que la avioneta parecía más bien una fumata vaticana cuando elegían papa. Y también dijo la Moña que aquello necesitaba un servicio, porque cuando tuvo que mear en una ocasión pues como que se le enfriaron los bajines. Total, que a poner una taza de las de mear, que se encontró en un ropavejero de la calle La Puebla.
Lo cierto es que esta anécdota, que bien pudo ser realidad, fue contada de boca en boca por los ámbitos burgueses de la hostelería, borrachería y similares, y cuajó. Hubo gente que se tragó lo de la avioneta. De verdad que es cierto, pues nos oían hablar de una forma tan seria y reposada que pensaban, sin duda alguna, que la avioneta volaba, y volaba, y volaba.
Como vuelan hoy nuestros recuerdos, Pedro, de aquellos años 80 tan bien trabajados, tan bien llevados y tan bien volados en la maravillosa avioneta en la que conseguimos hacer volar a la Moña. Tarea nada fácil. Tenemos que resucitar la avioneta, amigo. Y si nos empeñamos lo conseguimos. ¿Qué te apuestas, hermano? Seguro que alguien pica. Al tiempo. Un saludo. Facultad de Medicina.
Hola. La culpa la han tenido los blogueros. Vivía tan tranquilo, metido en los blogs ajenos, cuando veo uno de Pedro Carcedo, ilustre burgalés ni de pro ni de contra, como lo fue Maese Calvo, sino simplemente burgalés. Y recordé aquella anécdota de los años ochenta (atentos blog80) que recorrió Burgos de norte a sur y de este a oeste. Se trataba de una avioneta, no una avioneta cualquiera, no, sino una de la primera guerra mundial, de las que pilotaban el Barón Rojo y compañía, esas que se perseguían unas a otras para soltar unos cuantos tiros de ametralladora que nunca daban en el blanco, pero que asustaban a la infancia.
Bueno, pues había una en Villafría, y era de Pedro y otros socios cuyo nombre me callo. Y volaban todos en la avioneta por encima de Burgos, dando vueltas al castillo y a la catedral, a velocidad tranquila, despegando y aterrizando en la pista de hierba del aeródromo, donde no había ni servicio de incendios ni ambulancia ni la madre que lo fundó, pero donde sí había montones de seteros que eran peligrosos porque podían dar con la cabeza en la avioneta y hacerla capotar.
Era una avioneta de paseo, y Pedro y compañía montaban a los amiguetes para darles una vuelta por Burgos, para ver el castillo y la catedral desde las alturas. Cuenta el dicho que un día invitaron al obispo a montarse pero que rehusó argumentando que la catedral ya la conocía. Otro día, por lo visto, invitaron al capitán general pero éste, un poco enfadado, dijo que no podía utilizar esas antiguallas cuando tenía hermosos Phantom a su disposición (lo que pasa es que estaba cagado de miedo).
Y un día se invitó a la Moña, para sacarla un poco de la barra del Garilleti y que la diese el aire, y la Moña subió, valiente élla, y al bajar, sin marearse ni nada, dijo al piloto (Pedro) que había pasado frío, por lo que hubo que poner calefacción a la avioneta. Y siendo los tiempo difíciles y las economías estrechas, pues se instaló en la avioneta un gasógeno de los antiguos, de los años 40. Y sí que daba calor, pero como funcionaba con leña pues también despedía humo, con lo que la avioneta parecía más bien una fumata vaticana cuando elegían papa. Y también dijo la Moña que aquello necesitaba un servicio, porque cuando tuvo que mear en una ocasión pues como que se le enfriaron los bajines. Total, que a poner una taza de las de mear, que se encontró en un ropavejero de la calle La Puebla.
Lo cierto es que esta anécdota, que bien pudo ser realidad, fue contada de boca en boca por los ámbitos burgueses de la hostelería, borrachería y similares, y cuajó. Hubo gente que se tragó lo de la avioneta. De verdad que es cierto, pues nos oían hablar de una forma tan seria y reposada que pensaban, sin duda alguna, que la avioneta volaba, y volaba, y volaba.
Como vuelan hoy nuestros recuerdos, Pedro, de aquellos años 80 tan bien trabajados, tan bien llevados y tan bien volados en la maravillosa avioneta en la que conseguimos hacer volar a la Moña. Tarea nada fácil. Tenemos que resucitar la avioneta, amigo. Y si nos empeñamos lo conseguimos. ¿Qué te apuestas, hermano? Seguro que alguien pica. Al tiempo. Un saludo. Facultad de Medicina.
8 comentarios:
Hola. De vez en cuando tengo la mala costumbre de hacer el primer comentario, pero está jusitificado. Como podéis suponer, esta entrada está dedicada a PEDRO CARCEDO, ilustre burgalés de los de Burgos de toda la vida.
Y también sirva esto para avisar de que el Manza se ausente al menos durante ocho o diez días, a los dominios de la obispa Aguirre, a mal comer. Qué le vamos a hacer. Cosas de la vida. Hasta la vuelta, un saludo a todos. Manza
Pedro Carcedo es un tipo del que me creo todo. Y si no es verdad, pues vale, pero me lo creo. Así que yo también me subo a la avioneta, con o sin calefacción y servicio.
Y que Manzacosas se vaya a los madriles sólo puede indicar que no hay crisis y que doña Esperanza está a la luna de Valencia.
Lo de la avioneta es divertido un rato, sobre todo por la Señá Moña que la suponemos ebria. Pero se imagina limpiando el orinal como lluvia bendita que caía como agua bendita sobre los atónitos burgaleses, al ritmo de "AGUA VA"
El humo, pues me he vuelto a ir a los hermanos Marx, con su más madera, más madera...
En fin, Manza, un beso y que disfrutes con la obispa. Ya sabes los conversos, son los peores.
Vale, que te vaya bien por los Madriles y gracias por avisarnos de tu ausencia. Lo de la avioneta ha sido muy gracioso... aunque me lo estaba creyendo todo (debido a mi lado ingenuo canadiense...) hasta que llegó el tema de la calefacción y la taza del water... ahí ya me percaté de que era una leyenda pero muy divertida. Besotes, M.
Precioso tu relato.
En aquella avioneta volamos también a otras ciudades par ver partidos de fútbol. Entonces al Burgos C.F. le iban mejor las cosas. En alguna ocasión aterrizábamos en el mismísimo campo de fútbol. Recuerdo un aterrizaje, con muchas dificultades, en el Sardinero de Santander.
Como regresábamos de noche y el aeródromo de Villafría no tenía iluminación, el jefe del campo, coronel Ibarreche, ordenaba a los soldados prender antorchas para que pudiéramos tomar pista.
También recuerdo que la Moña se enfadó mucho porque, siendo una gran aficionada al fútbol, no la llevamos nunca en uno de nuestros vuelos a otras ciudades. Le explicamos que no había sitio y la prometimos instalar un "traansportín" especial para ella.
La avioneta duerme ahora en un viejo hangar de Villafría y tiene pasadas todas las revisiones para volver a volar. Sólo hay que quitar el toldo que la cubre.
Gracias por la dedicatoria, hermano.
Hola. Ya ha vuelto el Manza y me da permiso para contestaros.
PEDRO OJEDA. Te soy sincero. al principio yo también me creía lo de la avioneta hasta que un día, pensando en frío, me dije que era una coña inteligente y le seguí. Lo curioso es que los fisgones que nos oían hablar tan en serio se lo tragaban.
Ah, y no hay crisis, ni en el Pepe ese ni a nivel nacional. Lo acabo de demostrar en mi columna del 24 en DB, que colgaré aquí seguramente manñana. Esto lo escribo el 29, fatídico día de fiestas que nos llena todo el maldito gueto de ruidos. Esto es una mendrugada peor que la del Curpillos. Santa paciencia...
Hola, BIPO. Te aclaro que la Moña si se emberzaba sería por la noche pues por el día estaba muy despejada por aquello del cajón. Y como por la noche no se podía volar... La obispa me ha tratado muy mal. No sé qué hacer con élla.
PUes sí, MERCHE. Ya ves a qué cosas nos dedicábamos en los 80, a hacer tragar este tipo de píldoras al personal.
Y, PEDRO CARCEDO, muchas gracias por tu comentario y tu excelente sentido del humor. Lo que más me encanta es lo de Ibarreche, que seguro hubiese sido capaz de meter antorchas en el campo para señalizarlo... Un abrazo, hermano
Entiendo que los de Burgos os teneis que entretener con cualquier cosa; como no teneis mar... Lo de la avioneta es original y graciosa. Estimula la imaginación y eso siempre es de agradecer. Besotes, M.
Ay, MERCHE. Pues claro que debemos entretenernos con esas cosas, y a lo mejor es por no tener mar. De verdad que me dais envidia quienes disfrutáis en las costas. Por eso me acerco siempre que puedo a Gipuzkoa y, como sabes, he pasado muchos veranos en Ibiza. De verdad que me dais envidia. Un saludo.
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