sábado, 29 de marzo de 2008

EL AFILADOR


EL AFILADOR

Se afilan cuchillos, navajas, tijeras, y toda clase de instrumentos cortantes.

Así se anunciaba el afilador con voz de pregonero cuando llegaba a los pueblos de nuestra Castilla para prestar su servicio a cambio de una modesta perra gorda. Previamente hacía sonar su ocarina de un lado a otro, y salían las notas del do al si y del si al do. Las campesinas se asomaban a la ventana y bajaban con sus tijeras, cuchillos, todo lo que necesitase ser afilado en su casa. Se hacía una especie de cola o corrillo en el que a la vez se cotilleaba lo poco que se podía cotillear en unas aldeas sin noticias que comentar.

Y mientras las paisanas hablaban y esperaban al afilado, el afilador colocaba el soporte a su bicicleta, se montaba y daba a los pedales que movían con una correa la rueda de afilar; ponía un cuchillo y saltaban las chispas, inofensivas y llamativas, daba vuelta al cuchillo, más pedaleo, más chispas, trabajo terminado, coger la perra gorda y vuelta a empezar.

Cuando terminaba en ese pueblo iba a la cantina, se tomaba un refrigerio, un vaso de vino y a darle a los pedales de la bici hasta el pueblo siguiente.

Allí, en el siguiente pueblo, mismo rito, ocarina, voz llamadora, paisanas que bajaban de sus casas, corrillo, cotilleo, afilado, cobro de más perras gordas, nuevo refrigerio y otra vez al camino, hasta el pueblo siguiente.

Así un día tras otro, otro día más uno, un día más, y así hasta que el pobre afilador perdía sus fuerzas, ya no podía montar en la bicicleta, dejaba el turno a su hijo con la bici y la ocarina, se refugiaba en su modesta casa de adobe y esperaba tranquilamente la muerte previa visita del médico que le desahuciaba y del cura que le daba los santos óleos. Cuando pasaba la guadaña todo terminaba.
Castilla, una y otra vez Castilla, profunda y engañada Castilla

martes, 25 de marzo de 2008

LOS PASILLITOS SECRETOS

LOS PASILLITOS SECRETOS

Siempre me han atraídos las construcciones antiguas, llámense castillos, conventos, fortalezas, todo aquello que sea viejo y nos pueda desvelar las formas de vida de nuestros ancestros, sobre todo en los oscuros siglos que van desde la caída del Imperio Romano hasta la Revolución Francesa.

Durante siglos nuestra civilización se centró en los castillos y en los conventos. En los primeros estaban los señores y los guerreros. En los segundos los guardianes de la sabiduría y a la vez orantes. Los señores mandaban, los guerreros peleaban, los orantes hablaban (es un decir) con el señor y custodiaban las bibliotecas del saber.

Pero castillos y conventos tenían sus pasadizos secretos, que solamente usaban los señores y los abades, o sea los amos del cotarro. Y servían para dos cosas, o para entrar o para salir. ¿Quiénes entraban y salían en secreto en los castillos y en los conventos? A saber, pero supongo serían frecuentes las entradas al atardecer con salidas al amanecer. Y pienso que en los castillos entraban personas del género opuesto a sus dueños. Así, en el castillo de un señor entrarían hermosas doncellas que poco tardarían en dejar de serlo. En conventos de frailes entrarían las mozas del pueblo para aliviar a los pobres conventuales (novicios no). Y en los de monjas entrarían los clérigos autorizados para confesarlas.

De esa forma, todos contentos y aliviados. Y tengo claro que de no haber existido esas construcciones con sus avispados remedios y sus pasadizos para facilitar entradas y salidas, esa Edad Media estática y tenebrosa hubiese durado mucho menos tiempo. Porque era muy cómodo mantener in eternum ese sistema siempre que se fuese el dueño del cotarro o el abad del convento. Y para eso estaban los guerreros, para defender los privilegios de los señores, que a su vez encontraban su paz espiritual en los conventos, a los que también defendían los mismos guerreros, que también tendrían alguna compensación, pues si no a ver quién demonios se metía a guerrero.

Conste que son elucubraciones mías; nada que ver con la realidad, pues los señores eran unos caballeros, los monjes unos pacíficos cantores de gregoriano, y los guerreros unos valientes soldados que defendían la civilización cristiana. Al menos, así nos lo han enseñado en el cole. Vaya tonterías que enseñan. Diario de Burgos. 25.3.08

domingo, 23 de marzo de 2008

EL PIYAYO

EL PIYAYO

A chufla lo toma la gente, pero a mí me da pena y me causa un respeto imponente.

Así comenzaban unos versos que relataban la historia del Piyayo y que aprendí de memoria hará un montón de años, y que desde luego he olvidado ya.

Y me pregunto ahora ¿quién era el Piyayo? Y tengo como recuerdo una imagen nebulosa de un varón, entrado en años, vestido de forma rara, y que se me antoja era una mezcla de payaso y de mendigo, con ropa raída y mirada triste, como esos perruchos que esperan un trozo de pan que les pueda tirar su amo.

Claro que era la España de la posguerra, del hambre, de la miseria, la de la vana ilusión, pero, eso sí, la de la esperanza. Esperanza que teníamos todos en el futuro, ese futuro que hemos conseguido labrar para nosotros y quienes nos siguen y que ya es pasado, bien lejos del actual presente.

El Piyayo, que vagaba por las calles sin rumbo fijo, sin meterse con nadie, con mirada tristona, nostálgica, apenas sin hablar, sin rumbo ni destino, simplemente vagando, sin esperar nada de nadie y sin pedir a nadie nada.

Los niños, siempre crueles, le seguían y se reían de él. De ahí venía lo de la chufla. Pero para qué le seguían y por qué se reían es algo que se me escapa, como algo que surge sin venir a cuento para nada, como esa inutilidad, inanidad, que en ocasiones encontramos en la cosas presentes que intentamos asir sin conseguirlo y que, cuando por casualidad acaban en nuestras manos, las contemplamos con indiferencia por darnos cuenta de su absoluta nadería. Como un agujero en la mano, como la nada de la nada, que para nada sirve ni nada nos da ni nos dará.

El Piyayo. ¿Cuántos Piyayos habré conocido a lo largo de mi ida? ¿cuánta gente sin utilidad ni inutilidad, vagando por la vida, pasando por su existencia sin decir nada a nadie, sin pedir tampoco, simplemente viviendo como sin vivir y muriendo como sin morir? ¿seré yo un Piyayo? No lo sé.

jueves, 20 de marzo de 2008

PERDIENDO COMENTARIOS

PERDIENDO COMENTARIOS

Hola. Se me ha perdido un comentario, y no me recuerdo quién lo envió ni dónde demonios está. Soy un desastre. Lo admito. Pero como me acuerdo de lo que quería saber el remitente, pues voy y le contesto. La foto que se publica en la última página del DB del lunes 17, en el artículo de Luis Ángel de la Viuda, es la de los almacenes de Pedro Carcedo, que estaban situados en el 28 de calle Vitoria.

En la foto aparece, a la izquierda, la casa del padre de Virgilio Mazuela, gran maestro de la ironía, fallecido hará unos dos años, y cuyo libro Los Burgos Perdidos es indispensable para quien quiera conocer esta ciudad. Y el remitente me pregunta sobre este tipo de arquitectura, lamentando que se haya perdido ese tipo de edificaciones. Bien. Ese solar lo ocupan hoy el edificio del Hotel Almirante, la Telefónica, la casa 28 de calle Vitoria y el Banco de España. Creo que más o menos es así, pero quien seguro se acuerda del todo es Pedro Carcedo, le ruego intervenga corrigiéndome, que me lo merezco.

Y ese tipo de arquitectura de casas de dos o, como mucho, tres plantas, se realizó en Burgos en los años veinte. Era una época de prosperidad económica y se levantaron muchas casas de ese estilo. Por ejemplo, las casas de calle Juan Albarellos, casas en los Vadillos, había un chalecito precioso en la esquina de San Lesmes con calle Vitoria, enfrente de lo que hoy es la Cafetería Milán, estaba el chalé de Rodrigo de Sebastián en lo que hoy es el Colegio de la Salle, había dos más donde está hoy el edificio Gasset, que me parece eran propiedad de las familias Oviedo y de Santiago, y era una arquitectura racional, adaptada a las necesidades de los habitantes que promovían las casas.

Es lógico que con los años todo se viniese abajo, y en Burgos conventos y cuarteles se han desmantelado para hacer edificios. Por ejemplo: el cuartel de caballería estuvo en el solar de los primeros números pares de la calle Vitoria, luego pasó al otro lado del río, ocupando lo que había sido el convento de San Pablo, y luego desapareció, como desparecieron los cuarteles de infantería, artillería, automovilismo, etc., para dar paso a edificios. Es una constante en toda España, no solo en Burgos, y se debía a que históricamente conventos y cuarteles se levantaban fuera de las ciudades, pero próximos a éllas, y al expandirse las ciudades se comían a conventos y cuarteles.

Espero que la curiosidad de mi remitente haya sido satisfecha con esta explicación, y si no lo ha sido, pues lo siento. Qué le vamos a hacer. Un saludo

martes, 18 de marzo de 2008

IDIÁQUEZ Y REBÓLLEZ

IDIÁQUEZ Y REBÓLLEZ

Desnudar a un santo para vestir a otro. Creo que se dice así, pero aquí ocurrió que a un santo se le despojó y al otro no se le vistió.

En los años cuarenta predominaban en nuestra ciudad dos cosas, el fervor religioso y el hambre. Hambre porque hubo guerra, teníamos estraperlo (del que se aprovecharon los listos de siempre), las mamás se las deseaban para satisfacer a sus retoños con las cartillas de racionamiento, y los papis hacían jornadas de mañana y tarde para que les llegase a todos. Y a la vez había un extendido fervor religioso. Todo el mundo a misa el domingo (no se podía trabajar) y un montón de curas y frailes por parroquias y conventos predicando el amor fraterno.

Y había una parroquia que tenía en la sacristía dos santos: Idiáquez y Rebóllez, pero solo había vestiduras para Idiáquez, que era el que salía en las procesiones de semana santa a hombros de costaleros (costaleras no) mientras que el público venga a rezar. Pero un buen año el párroco se aburrió de Idiáquez y pensó que había que sacar a Rebóllez, al menos a que le diese el aire. Pero como no había ropa para los dos, pues una tarde le quitó la ropa a Idiáquez para vestir a Rebóllez al día siguiente y sacarle en la procesión. Y al siguiente día entró el párroco en la sacristía para vestir a Rebóllez y buscó la ropa de Idiáquez. Pero no la encontró. La ropa había desaparecido. Buscó, buscó, y nada encontró.

Consternado el párroco, no pudo sacar a ningún santo en la procesión ese año con lo que se fue a la calle a ver el desfile de las demás parroquias. Y héteme aquí que mientras veía pasar al personal advirtió que un cofrade de otra parroquia (de la competencia) llevaba una ropa que le recordaba algo, por lo que al acabar la proce le siguió y vió que entraba en una casa conocida, que era de los papis de uno de sus monaguillos. Llamó, le abrieron, explicó el tema y los papis, avergonzados, reconocieron el hecho de que su amado hijo había cogido “prestada” la ropa del santo Idiáquez para que se vistiera su amado padre.

El párroco no dijo nada. Se fue a su sacristía, vió a sus dos santos en pelotas y les dijo: esperad a otro año, hijos míos, que hay quien lo necesita más que vosotros. Así acabó la historia de los santos Idiáquez y Rebóllez. Conocí al párroco, conocí al monaguillo, y sé que esto aconteció en nuestra amada ciudad. Diario de Burgos. 18.3.08

martes, 11 de marzo de 2008

PROFESIONES ANTIGUAS

PROFESIONES ANTIGUAS

Hay cuatro profesiones bien antiguas: el guerrero, el hechicero, el vocero y la consoladora. Y han existido siempre, desde el Homo ese Atapuerquensis hasta hoy.

El guerrero era el que, teniendo mayor fuerza o destreza, manejaba artilugios dañinos que le hacían acreedor de la confianza ajena hasta el punto de que al principio le daban de comer y más tarde le pagaban con abalorios, moneditas y sueldos varios con los que satisfacer sus apetencias, todo ello con tal de aniquilase a los enemigos de quienes contrataban sus estimados servicios, y así conseguir los fines pretendidos, normalmente haciendas o mujeres ajenas.

El hechicero es otro cantar. Persona con modales suaves y remilgados, soltaba discursos amenazando con las penas de diversos y variados infiernos en la vida eterna para convencer al pardillo de turno de que debía seguir unas normas de comportamiento, y de que tenía que dirigirse a los dioses (más tarde uno solo) a través suyo para impetrar su auxilio en las batallas, enfermedades u otros avatares de la vida. El convencimiento iba acompañado de óbolos que se entregaban al hechicero para que éste procurara su supervivencia.

El vocero, ya más reciente, es la persona que, dotada de capacidades discursivas, habla por otro en su defensa. Les hay de varias clases. Tenemos al rábula (véase el diccionario), que es el más desacreditado pero no por eso menos eficaz, y tenemos al más culto y refinado, llamado letrado, que utiliza habilidades y técnicas oratorias que no suelen servir para nada, pero que quedan muy bien ante quienes le contratan.

Y la consoladora es quien, normalmente mujer indefensa, tiene que prestar su cuerpo, que no su espíritu, para poder sobrevivir o sacar adelante a su prole en circunstancias adversas, sobre todo en calamidades y guerras provocadas por la eterna ambición.

Y si me preguntan cuál es la más honrada de todas, respondo por eliminación. El guerrero usa la fuerza, con lo que se desacredita a sí mismo. El hechicero suele usar la astucia y el engaño, con lo que a la larga pierde la confianza de los demás. El vocero no pasa de ser un mero instrumento al servicio de intereses ajenos. Y queda la consoladora, la única profesión que, siendo antigua, merece todo respeto porque además de prestar un servicio consigue una finalidad adecuada, su supervivencia o la de sus seres queridos. Diario de Burgos. 11.2.08

lunes, 10 de marzo de 2008

martes, 4 de marzo de 2008

SI YO FUERA PRESIDENTE...

SI YO FUERA PRESIDENTE...

Qué gozada. Me acaban de nombrar presi de los españolitos y estoy que no vean. De entrada, a jugar al mus con mi nuevo amigo Juancarlitos, a ver si aprendo algo o algo le enseño. Pero como me han nombrado para que me ocupe de los asuntos de mi ciudad, pues a pensar porque esto se complica.

¿Qué haría por esta ciudad si fuese presi de los españoles? Tengamos calma, que hay mucho que tratar. Y advierto a mis colegas columnistas, que no comunistas, que se abstengan de copiar mis ideas so pena de excomunión a cargo del obispo de turno. Quedáis todos advertidos.

Para empezar me asesoraría de personas con sentido común, tipo Saldaña, Echevarrieta o López Santaolalla. Luego, a Burgos le daría lo siguiente. Sobre comunicaciones: desdoblar la N 1; autovía a Cantabria pasando por Aguilar; autovía a la Rioja que empezase en la Brújula, nada de ir por el valle; autovía hacia el oeste desde Aranda y por el monte, no por el valle; directo Madrid-Burgos superarregladito tanto para mercancías como para un tren bien rapidillo (dos horas como mucho). Seguiría con suelo industrial a puntapala y el cerramiento de la circunvalación. Como el hospital nuevo ya está en marcha, todos quietos. Igual que la Universidad, si bien la completaría con estudios de medicina.

De auditorio y depuradora de aguas, que se las apañe la ciudad al ser temas de competencia municipal. Eso sí, daría a los burgaleses créditos a interés cero durante unos 20 o 30 añitos, que por eso no se va a arruinar el estado central.

Y aquí viene lo interesante. Como Castilla y León es, a mi entender, una creación artificial, autorizaría la segregación de las tres provincias leonesas para que hiciesen su propia autonomía. Y al tener libre a Castilla, su capital en Burgos. Como siempre. Nada de pucelalid, que no pasa de ser el pueblo más importante de Palencia, y así Pedrolid contento (que no se te ocurra copiar la idea, que te doy un caponlid). Invitaría a sumarse a Cantabria y Rioja. Que se agregan, pues bienvenidas. Que no, pues no pasa nada, que todos somos hermanos y tienen buenas leches y buen vino. Lo de matar corderitos aquí para ponerles el marchamo, de eso nada. Y la morcilla, eso da igual pues al ser nuestra cebolla única, la morcilla es inimitable. De Castrovido hablamos otro día, que todo no cabe. Diario de Burgos. 4.2.08