LA ESPADA DE DAMOCLES
Damocles era un señor que tenía una espada y la colgaba de un hilo encima de otro señor que estaba debajo, sentado y atado para que no se moviese, y que pasaba el rato pensando en que la espada le podía caer encima atravesándole la cabeza si se rompía el hilo. La verdad es que hace falta tener paciencia para coger una espada, un hilo, un silla, un señor, unas cuerdas para atar al señor, poner todo debajo de la espada y esperar a ver si se rompe el hilo o no. No sé si existió Damocles, pero en vez de Damocles debieron llamarle Job, o también burgalés esperando que se desdoble la radial I. Eso sí que es paciencia, y no la del Damocles ese.
Y Damocles me recuerda al Sr. Díaz, don Rodrigo. Ése sí que tuvo paciencia, pues resulta que tenía dos espadas, la tizona y la colada, que le servían para dar mandobles en las batallas que se estilaban entonces. Una espada, pienso, la usaría para luchar contra los moros, y la otra para atizar a los cristianos, según quién le pagase mejor. Que le pagaba el rey moro de Zaragoza, pues a dar leña a los cristianos. Que le pagaba el rey cristiano, pues a darla a los moros. Todo era cuestión de pasta. Eso sí, siempre montado encima de su caballo (el Babieca), cuyo caballo debió beber de la fuente de la eterna juventud, pues parece ser que acompañó a Díaz hasta que murió, ya de viejo, en Valencia. Y es que Díaz, harto de trabajar por cuenta ajena, y encima sin seguridad social, decidió hacerse autónomo, para lo que emigró a Valencia y conquistó la ciudad, proclamándose señor de esa tierra, pero como eso fue al final de su vida, pues poco le duró.
Y al morir el amigo Díaz cogieron su cadáver (según dicen), lo montaron encima del Babieca, atado a una estaca para que no se ladease, y lo echaron de Valencia para que se fuese con los moros, sus antiguos amigos y luego enemigos. Para mí que la viuda no estaba por la labor de gastarse en un entierro los escasos cuartos que le había dejado. Y eso de que ganó batallas después de muerto me suena a cuento chino, porque los caballos tontos no son, y como no les domine el jinete echan a correr, se paran de repente y lo que llevan encima sale disparado como un cohete, por muy atado que esté, que tampoco lo puede estar. Así que menos lobos, Caperucita, menos batallitas y menos espaditas, no sea que nos pongamos a pensar y nos demos cuenta de la jugada.
Miguel Ángel Manzano Diario de Burgos 5.6.07
Damocles era un señor que tenía una espada y la colgaba de un hilo encima de otro señor que estaba debajo, sentado y atado para que no se moviese, y que pasaba el rato pensando en que la espada le podía caer encima atravesándole la cabeza si se rompía el hilo. La verdad es que hace falta tener paciencia para coger una espada, un hilo, un silla, un señor, unas cuerdas para atar al señor, poner todo debajo de la espada y esperar a ver si se rompe el hilo o no. No sé si existió Damocles, pero en vez de Damocles debieron llamarle Job, o también burgalés esperando que se desdoble la radial I. Eso sí que es paciencia, y no la del Damocles ese.
Y Damocles me recuerda al Sr. Díaz, don Rodrigo. Ése sí que tuvo paciencia, pues resulta que tenía dos espadas, la tizona y la colada, que le servían para dar mandobles en las batallas que se estilaban entonces. Una espada, pienso, la usaría para luchar contra los moros, y la otra para atizar a los cristianos, según quién le pagase mejor. Que le pagaba el rey moro de Zaragoza, pues a dar leña a los cristianos. Que le pagaba el rey cristiano, pues a darla a los moros. Todo era cuestión de pasta. Eso sí, siempre montado encima de su caballo (el Babieca), cuyo caballo debió beber de la fuente de la eterna juventud, pues parece ser que acompañó a Díaz hasta que murió, ya de viejo, en Valencia. Y es que Díaz, harto de trabajar por cuenta ajena, y encima sin seguridad social, decidió hacerse autónomo, para lo que emigró a Valencia y conquistó la ciudad, proclamándose señor de esa tierra, pero como eso fue al final de su vida, pues poco le duró.
Y al morir el amigo Díaz cogieron su cadáver (según dicen), lo montaron encima del Babieca, atado a una estaca para que no se ladease, y lo echaron de Valencia para que se fuese con los moros, sus antiguos amigos y luego enemigos. Para mí que la viuda no estaba por la labor de gastarse en un entierro los escasos cuartos que le había dejado. Y eso de que ganó batallas después de muerto me suena a cuento chino, porque los caballos tontos no son, y como no les domine el jinete echan a correr, se paran de repente y lo que llevan encima sale disparado como un cohete, por muy atado que esté, que tampoco lo puede estar. Así que menos lobos, Caperucita, menos batallitas y menos espaditas, no sea que nos pongamos a pensar y nos demos cuenta de la jugada.
Miguel Ángel Manzano Diario de Burgos 5.6.07
2 comentarios:
Claro. Es que de Damocles sólo sabía que tenía una espada. Lo demás es inventado. Y es que me encanta alimentar la ignorancia. Un saludo
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