martes, 9 de octubre de 2007

HERNÁNDEZ Y FERNÁNDEZ

HERNÁNDEZ Y FERNÁNDEZ

Qué maravillosa pareja los detectives de Tintín. Vestidos igual, con su traje negro, su bombín, andando de la misma forma, repitiendo uno lo que dice el otro, recuerdan a los papagayos metidos en la política casera, que se limitan a repetir lo que dice la voz de su amo. Pero Hernández y Fernández son más listos de lo que creemos, pues parecen tontos cuando en realidad son unos sabuesos inteligentes que desentrañan toda clase de pistas, siguen delincuentes, dan con la solución de los delitos y no cacarean sus éxitos; no se molestan en hacerlo.

Y porque son discretos se distinguen de otros detectives. Investigan, preguntan, indagan, recogen pruebas, actúan, pero se callan. Mientras que los demás detectives del cuento se dedican a lo contrario, a hablar antes de tiempo, a dar comunicados a la prensa, a presentar ante los jueces gente detenida sin pruebas, basándose en meras sospechas y deducciones por intuición, utilizando una táctica ya muy vista aunque en sus épocas diese resultados, y que consiste en buscar al más débil en el entorno del delito, cogerle por si acaso ha sido él y presionarle esperando a ver si se derrumba con una confesión provocada, en cuyo caso ya le han pillado. Claro que si el presunto es el malo de verdad, no se derrumba y no hay pruebas, pues apaga y vámonos: ya no se le coge nunca. Y anda que cuando ese débil no es el malo y consiguen que aparezca ante la opinión pública como si lo fuese ya se puede dar por jodido, y además de por vida.

Hernández y Fernández son mucho más eficaces. Hablan entre ellos, pero solamente entre ellos. Son chistosos y graciosos, pero eficaces; son los que indagan de verdad, con sus lupas, sus atentas observaciones sobre las huellas del crimen, sus agudezas, y sus pruebas, que cuando las tienen de verdad las someten en silencio a la autoridad competente para que esta pueda evaluarlas, también en silencio, y resolver.

Pero Hernández y Fernández, por su categoría, por su brillantez, por hacer las cosas bien, han sido despedidos del cuento y se encuentran en paro, mientras que los otros, los fantasmas de la investigación, crecen, medran, ascienden y hacen cada vez más méritos sin merecerlos. Pero la vida es así, y siempre han prevalecido las fantasmadas sobre la seriedad. Es como una partida de póquer, en la que siempre ganan los fuleros. Y es que el silencio es oro. Diario de Burgos 26.6.07

2 comentarios:

Philadelphia dijo...

Y qué me dices de Colombo?

Anónimo dijo...

Colombo es de otra galaxia. Nada que ver con el genio deductivo de Hernández y Fernández