martes, 8 de enero de 2008

BENDITA CRISIS

BENDITA CRISIS

Ya era hora de que llegase la crisis inmobiliaria, y que no es sino el fin de un proceso lógico que ha tardado demasiado en llegar. ¿Qué si sé lo que digo? Pues claro. ¿Acaso alguien piensa que el enriquecimiento de unos cuantos, bien pocos, a costa del trabajo, esfuerzo y sacrificio de muchos, durante mucho tiempo, es beneficioso para la economía? Pues no. Se habrán creado puestos de trabajo, habrán ganado dinero las agencias, registradores y notarios; y las cajitas y banquitos habrán hecho su agosto. Pero ¿es economía todo eso? Pienso que no. Pienso que la verdadera economía se basa en el crecimiento de la industria, de la agricultura y del ahorro, esto es, de los sectores primarios, de los pilares básicos en que debe sustentarse una economía sólida.

Todavía no he visto a los sesudos económicos analizar el verdadero fenómeno que se ha producido, y que ha sido un trasvase de rentas desde el débil al poderoso, desde el que compra el piso y lo paga en 20 o 30 añazos de sufrido trabajo al empresario que consigue suelo, obtiene licencia, se financia con créditos, vende sobre plano, levanta viviendas clonadas, coge el dinero del comprador y el de la hipoteca y se larga a hacer otra operación similar. Al durar eso poco tiempo, los beneficios son rápidos e inmensos. En el fondo todo ese fenómeno no pasa de ser una moderna esclavitud, que afecta a más de un 30% de la población en beneficio de un escaso 1%.

Y que no crea ese comprador iluso que ha hecho un buen negocio. En absoluto. Su piso no vale nada porque lo necesita para vivir, y si intenta venderlo a ver dónde demonios va, salvo debajo del puente o a la tumba. Menuda engañifa colectiva más bien parida. Increíble.

Pues a ver si esta bendita recesión inmobiliaria sirve para que el personal recapacite, aguante y se fomente el ahorro, pero el ahorro de verdad, el que consiste en privarse de cosas innecesarias (ropas, viajes, aparatejos, copas...) para ir creando un capitalito que con el tiempo crece, perra gorda a perra gorda, como el calcetín del abuelo, que al principio no era nada pero que al final le permitió una vida desahogada, sin apuros, sin tener que estar durante tantos años pendiente del pago de la jodida hipoteca. Benditas sean ese tipo de recesiones. Lástima que ésta llegue tan tarde. Y a ver qué inventan ahora esas almas cándidas que manejan el cotarro. Diario de Burgos. 8.1.08

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